¿Hay algo más madrileño que comerse un bocadillo de calamares bajo estos pórticos?
Bienvenidos al salón de estar de Madrid: la Plaza Mayor.
Es imposible no sentirse pequeño rodeado por el rojo intenso de sus fachadas, sus 237 balcones y las agujas de pizarra que recortan el cielo azul de la capital.
Aquí se respira la esencia de la ciudad: desde los pintores y coleccionistas de sellos de los domingos, hasta el bullicio de su famoso mercado de Navidad.
Es un lugar que ha visto pasar la historia de España desde primera fila y que, siglos después, sigue siendo el punto de encuentro favorito para locales y viajeros.
Para los apasionados de la historia y la arquitectura : Aunque sus orígenes humildes se remontan a una antigua plaza de mercado (la Plaza del Arrabal), su transformación monumental comenzó por orden de Felipe II, aunque fue el arquitecto Juan Gómez de Mora quien le dio su forma definitiva en 1619, bajo el reinado de Felipe III (cuya estatua ecuestre, obra de los maestros italianos Juan de Bolonia y Pietro Tacca, preside el centro desde 1848).
Pero ojo, lo que vemos hoy es fruto de la supervivencia: tras sufrir tres grandes incendios, el arquitecto Juan de Villanueva la reconstruyó a finales del siglo XVIII (tras el fuego de 1790), cerrando las esquinas con arcos y dándole esa uniformidad neoclásica que la hace única.
Un detalle que muchos pasan por alto son los frescos de la Casa de la Panadería: aunque parecen antiguos, son obra del pintor Carlos Franco y se realizaron en 1992, representando figuras mitológicas relacionadas con la historia de Madrid.
Es el lugar perfecto para perderse y salir por cualquiera de sus 10 arcos (¡el de Cuchilleros es el más famoso!).
Y vosotros, ¿sois de los que van a por el bocata de calamares o preferís un chocolate con churros en una terraza?
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