La Avenida de los Gigantes

Casa al borde del acantilado en Seaside Beach

La Avenida de los Gigantes.

Noche tranquila en Mendocino. El frío del océano se notaba, tuvimos hasta que poner por un rato la calefacción, algo impensable apenas unas horas antes cuando estÔbamos a cerca de 40 grados centígrados.


Mendocino Hotel

Finalmente, el desayuno no estaba incluido, así que después de un rÔpido check-out y unas últimas fotos del hotel, emprendimos ruta hacia el norte.

A estas alturas de California, la 1 va pegadita a la costa, la cual nos brinda paisaje dramƔtico tras paisaje dramƔtico. Costa agreste y escarpada de pequeƱas playas, mƔs bien calas, y grandes acantilados.

Por eso nos sorprendió tanto encontrar una playa bastante abierta y amplia, Seaside Beach. Estaba justo al final de una zona en obras, en donde solo permitían circular coches en una dirección, así que un semÔforo bloqueaba al sentido contrario mientras tanto. Afortunadamente el acceso a la playa estaba justo al principio, o al final, según se mire, de la zona de obras, así que pudimos acceder a un totalmente vacío parking.

Seaside Beach

El desayuno esta listo.

El dƭa estaba radiante, una pequeƱa bruma, casi difƭcil de percibir solo al borde del ocƩano contra un cielo azul. El lugar perfecto para nuestro minimalista desayuno: yogurt con frutos secos. Sentados en un tronco en mitad de la playa, allƭ estƔbamos Marcela y yo disfrutando de las vistas, las olas, las rocas y una maravillosa casa al borde del acantilado.

A lo largo de la playa pudimos encontrar varias formaciones rocosas, muy tĆ­picas en la costa del norte de California, las cuales le daban un paisaje de otro planeta, como la playa del planeta de los simios.

Desayuno en la playa.

Paseando por la Seaside Beach.

Una vez acabado el desayuno y el paseo matinal, emprendimos rumbo para enlazar con la 101. El resto de la 1 hasta llegar a 101 a la altura de Leggett es bosque entre montaƱas, es decir, la carretera es un sin cesar de curvas, subidas y bajadas, totalmente rodeados de Ɣrboles. Una maravilla para el conductor, pero no tanto para los acompaƱantes, sobre todo si sufren de mareos en el coche.

A la altura de Leggett encontramos el primer “Drive thru tree”, es decir, el primer Ć”rbol por el que puedes conducir el coche por debajo. No es mĆ”s que uno de los gigantescos redwoods al que le han hecho un agujero en la base para que pueda pasar un coche. Es una de las tĆ­picas atracciones de cualquier parque de redwoods, y una de las muchos que podemos encontrar cerca de la Avenida de los Gigante.

Chandelier Tree en Leggett.

Cruzando por debajo del Ɣrbol.

Todavƭa era temprano, y como igual da un Ɣrbol que otro, decidimos desviarnos para poder pasar la experiencia turƭstica, mƔs que nada porque Marcela nunca la habƭa vivido antes.

Una vez pagada la entrada de $5 por coche, tuvimos que esperar una buena fila de vehículos hasta que nos llegara nuestro turno. El problema es toda la gente que se baja para tomar fotos del coche cuando esta entrando, cuando esta dentro, cuando esta saliendo, y luego se sale toda la familia para tomarse una foto debajo del Ôrbol. En conclusión, después de como cerca de veinte minutos, nos llegó nuestro turno para hacer el paripé. Y por supuesto que lo hicimos. Le dejé los mandos del vehículo a Marcela, pues ella nunca había pasado debajo de uno de estos Ôrboles, mientras yo me dedicaba a inmortalizar el momento con múltiples instantÔneas.

Una vez concluido el turisteo, hicimos uso del Ɣrea de picnic, que junto a un pequeƱo lago y una tienda de regalos ofrecƭa el complejo.

Picnic time.

Tuvimos suerte de encontrar una mesa disponible a la sombra, y allƭ, con mantelito rojo, de plƔstico, incluido procedimos a un tranquilo piscolabis, a base de quesos y embutidos fundamentalmente. Todo esto con una buena cerveza en mano para apaciguar los calores del verano, que de nuevo parecƭan volver una vez dejada la costa atrƔs.

En la tienda pudimos encontrar todo tipo de recuerdos de los redwoods, la mayoría de ellos de madera, junto con las imposibles de no encontrar camisetas. Nosotros simplemente nos hicimos con un original magnético en forma de sección de Ôrbol. Uno mÔs para nuestra colección.

La colina de la confusión.

Al poco de volver a incorporarnos a la 101 hicimos una parada en Confusion Hill, el cual debe su nombre a un pequeƱo parque de atracciones, con bƔsicamente dos atracciones, un tren que sube la colina y la llamada gravity house. El parque es el tƭpico que encontramos en muchas zonas rurales de este paƭs, intentan meter lo mƔximo en el menor espacio posible para impresionar al turista.

Entrada de Confusion Hill

Estatua tallada en un Redwood

Montados en el tren.

El paseo en tren cuesta $10 por persona, y la entrada en la gravity house son $5 por persona. Nos decidimos por el paseo en tren, mucho mas sano y saludable.

Lo curioso del tren es que no avanzaba siempre hacia adelante, sino mƔs bien en zig-zag, un rato hacia adelante y otro hacia atrƔs, pero siempre colina arriba. Los pasajeros del tren, el cual no eran mas que un par de carricoches sin techo tƭpico de cualquier parque de atracciones para los mƔs pequeƱos, eran una madre con su hija adolescente y nosotros dos. El conductor fue de lo mƔs agradable, y constantemente paraba la mƔquina del tren para contarnos una curiosidad, o para hablarnos de algunos de los detalles que habƭan puesto durante el recorrido.

Avenida de los Gigantes.

Continuando nuestra ruta, el camino discurre mĆ”s rĆ”pido hacia el norte, hasta llegar a la desviación de la Avenue of the Giants, la Avenida de los Gigantes. Su nombre viene porque la carretera atraviesa el  Humboldt Redwood State Park, y durante muchos kilómetros circulamos a pocos centĆ­metros de esos gigantes rojos de madera, que se extienden sin fin hacia el cielo al borde de la calzada.

Redwood tocando el cielo.

Avenida de los Gigantes.

Circular por la Avenida de los Gigantes, es como entrar en un túnel de arboles que te rodean y se extiende muchos metros hacia el azul del cielo, el cual apenas se puede divisar por mÔs de 40 kilómetros.

Parada en el Centro de Visitas, para recabar información del parque y hacerme con un sello mÔs para mi pasaporte de parques nacionales, a pesar de que este es un parque estatal, el parque bien vale un sello.

Detalle de una sección de Redwood, mostrando su antigüedad. En este caso Marcela señala el año en que Cortés llegaba a México.

Dentro de un Redwood.

DespuĆ©s, un agradable paseo, por un Natural Trail que se inicia justo en el centro de visitas hasta llegar al pequeƱo rĆ­o que atraviesa el parque de norte a sur. 

Durante nuestro paseo pudimos ver y sentir de cerca estos magnƭficos Ɣrboles. Algunos de ellos caƭdos, con las raƭces alzƔndose varios metros. Porque lo curioso de estos es que no tienen unas raƭces muy profundas, apenas un par de metros, pero estas se extiende por varios decenas de metros alrededor, para formar una red de raƭces con los Ɣrboles cercanos.

RaĆ­ces de un Redwood caĆ­do.

En el rĆ­o

Llegados al rƭo, el cual llevaba buen caudal todavƭa a estas alturas del verano, cruzamos un pequeƱo puente y pudimos comprobar que el agua estaba mƔs caliente de lo esperado.

De vuelta al coche, quedaba por decidir donde Ć­bamos a hacer noche, pues ya se aproximaban las seis de la tarde y no tenĆ­amos ninguna reserva.

Eureka.

A poco mÔs de una hora esta situado Eureka, quizÔs el último pueblo importante al norte de California. Aquí es bastante fÔcil encontrar un hotel económico. La opción mÔs barata fue el Days Inn Eureka, cuyo mejor coste era directamente en el hotel, el cual salía $1 mÔs barato que en Expedia, y bueno $1 no hace un granero, pero ayuda a su compañero, como diría el refrÔn.

Una vez acomodados y con el equipaje en la habitación, solo quedaba buscar un lugar para cenar. El hotel esta en la zona centro de Eureka, el llamado downtown de cualquier pueblo o ciudad, lo que quiere decir que no es un Ôrea muy agradable para pasear una vez que cae el sol, así que intentamos encontrar un restaurante antes de la llegada de la luna.

Entrada de Bless My Soul Cafe.

TenĆ­amos la opción mas fĆ”cil de un Deny’s a las puertas del hotel, pero nos aventuramos un par de manzanas mĆ”s hasta el “Bless my Soul Cafe” de comida Cajun/Creole, tĆ­pica de Nueva Orleans.

Si el desayuno habĆ­a sido mĆ”gico en Seaside Beach, la cena fue increĆ­ble en “Bless My Soul Cafe”. QuizĆ”s el mismo nombre del lugar lo dice todo: Bendice mi alma.

En exterior, de color pĆŗrpura y con un bonito jardĆ­n, invita a entrar. Un cartel anunciando que Guy Fury estuvo allĆ­ te hace medio desconfiar, pero la verdad es que mejor probar que dudar.

El interior es sencillo y hogareƱo, con manteles de plĆ”stico y mobiliario sencillo. Varias televisiones, un espejo de barra de bar abarrotado de los tĆ­picos collares de Nueva Orleans, varias fotos de mĆŗsicos y una firma de “Guy Fury Ate Here” (Guy Fury comió aquĆ­) es la decoración que encontramos en las paredes.

Buen provecho!

En el menú podemos encontrar clara indicación de los platos que son picantes, gluten free y demÔs.

Nuestra selección fue un aperitivo de Deep Fried Okra (Okra frita y rebozada) la cual estaba hecha con harina gluten free, Jambalaya with Louisiana Hot Saussage (Jambalaya con Salchicha picante de la Louisiana) para Marcela y Sticky Love Sauce Chicken Breast (Pechuga de pollo con Salsa del amor pegajosa) para mi. AdemÔs sopa o ensalada, y un plato de verdura adicional a elegir, junto con unos panecillos de maíz.

Limonada de mango para beber.

Ensalada.

Sopa de lentejas.

Panecillos de maĆ­z

La Okra estaba deliciosa, rebozada y con una salsa de alioli que le daba un sabor increĆ­ble. A pesar de que no sabĆ­amos como serĆ­an las raciones y que ya habĆ­amos comido una rica sopa y ensalada, no dejamos ni una.

Deep Fried Okra.

Los platos principales tenían porciones normales. Mi pechuga de pollo era de buen tamaño con un buen plato adicional de arroz con judías. La Jambalaya de Marcela también tenia una buena ración con un puré de patata.

Sticky Love Sauce Chicken Breast.

La pechuga no estaba nada seca, y la salsa (sticky love sauce) era medio dulcecita, perfecta para mĆ­, deliciosa.

En cambio, la Jambalaya estaba tremendamente picante, incluso casi demasiado para Marcela, que acabó enchilÔndose. Eso sí, la disfrutó como niña con zapatos nuevos. A mi, por supuesto que me entro hipo con solo probar un bocado.

Jambalaya with Louisina Hot Saussage

Una vez acabada la comida, y antes de pagar, Mama Janisse salió a saludarnos. Fue de lo mÔs bonito y emotivo, Estuvimos charlando un rato y pudimos comprobar lo gran mujer y cocinera que es Mama Janisse. Nos dio un fuerte abrazo antes de marcharnos, y eso no hizo mÔs que reforzar nuestro sentimiento de haber disfrutado de una gran cena para acabar el día.

Junto con Mama Janisse.

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